La exportación del jamón serrano y jamón ibérico se supondría, en España, de un alto valor económico. Normalmente, los productos que abren el camino de la exportación son aquellos de una alta calidad, o al menos los que se asocian en el inconsciente internacional a la “marca país” del lugar de origen. Por estas razones, el jamón español debería ser uno de nuestros principales baluartes en exportación.

Y aunque posee unas cifras nada despreciables, la exportación de jamón no alcanza cotas tan relevantes como las del vino o el aceite de oliva, a priori con mayor competencia internacional que el jamón: un producto que de manera inequívoca se asocia a España y que pese a ser producido en muchos otros países, en ninguno de ellos adquiere tanta relevancia en cuanto a producción, fama y por supuesto calidad.

Un inconveniente histórico para la exportación de jamón fue la peste porcina, que provocó la prohibición por parte de numerables países de la entrada de cualquier tipo de carne porcina a sus territorios. En 1995 la enfermedad se dio por extinguida en España, y con el paso de los años la situación se fue normalizando, hasta que hoy en día la peste porcina no es más que un vago recuerdo que lastraba la producción de jamón en España.

No en vano, en 2013, según datos de la Oficina de Exportación de la Carne de España, el valor de la exportación de jamón alcanzó los 276 millones de euros, continuando con el crecimiento de los últimos años. Por regiones, en torno al 80% de la exportación de jamón se realiza a países de la Unión Europea, encabezando el listado Alemania con un 27%, seguido de Francia con un 26% y Portugal con algo más del 9%. Sólo un país extracomunitario se sitúa entre los diez primeros: México, en séptimo lugar. En cuanto a los países donde el mercado puede considerarse emergente, destacan EEUU, China y Australia. En estos países el consumo del jamón no es mayoritario todavía, limitándose en la mayoría de casos a restaurantes de alto nivel y tiendas gourmet.

En cuanto a la concepción de producto en el extranjero, el jamón, principalmente el ibérico, debe luchar contra otro tipo de productos similares al jamón procedentes de otros países, por lo que se hace muy necesaria una importante labor de comunicación. Gran parte de esta labor puede venir de una correcta traducción a cualquier idioma de los términos relativos a los diferentes tipos de jamón y sus respectivas calidades. Siguiendo esa línea, el gobierno español aprobó recientemente la normativa que identificará las diferentes calidades del jamón con etiquetas de diversos colores. Sin embargo, mientras la identificación por colores cale en el consumidor, será el lenguaje el que nos permita vender adecuadamente nuestro producto en el exterior.