Comprar unos shorts, ponerse unos leggins para hacer spinning, dar un like a una publicación… Los anglicismos se integran con total naturalidad (y cada vez mayor frecuencia) en las conversaciones cotidianas.

El español siempre ha sido una lengua abierta y viva. En su evolución, ha convivido desde siglos con el árabe, el francés o el italiano. Un contacto que ha provocado numerosas mezclas y dejado términos que hoy se aceptan como propios de la lengua. También del inglés, surgiendo lo que se conocen como anglicismos. Una empresa de traducción trabaja con muchos ámbitos temáticos, como la informática o la publicidad, que contienen numerosos anglicismos como hostingtarget o briefing.

Sin duda, se aprecia una gran influencia de la lengua inglesa en el resto de las lenguas. El papel determinante en la economía mundial de los países anglosajones, el fenómeno de la globalización o el gran poder de su industria audiovisual son varias de las razones por las que se ha introducido en otras lenguas con tanta facilidad.

En los últimos años, su presencia ha crecido de manera llamativa con la aparición de las nuevas tecnologías, el universo digital y la influencia de los medios de comunicación. Pero ¿cómo saber cuando se trata realmente de un anglicismo? Te lo contamos.

Qué es un anglicismo y cómo se origina

Según la RAE, un anglicismo es un préstamo lingüístico del inglés hacia cualquier otro idioma. Este préstamo se origina cuando no existe una palabra equivalente en el idioma de origen. La Real Academia distingue entre anglicismos necesarios y superfluos.

Anglicismos necesarios

Para los traductores nativos, son vocablos ingleses que no tienen un equivalente en la lengua española. En estos casos, suele optarse por adaptar el anglicismo a la pronunciación en español escribiéndolo en cursiva. Ejemplos de ello serían jazz o software. También puede realizarse una adaptación de la grafía del vocablo. Ejemplos muy comunes serían «fútbol» del inglés football o «táper», abreviación españolizada de la marca Tupperware.

Anglicismos superfluos

Son los que cuentan con un vocablo equivalente en español, pero se utilizan en inglés. Algunos ejemplos son online para decir «en línea» o e-mail para referirnos al apropiado «correo electrónico».

Quizá por seguir las tendencias, son muchas las personas que llenan su conversación de anglicismos de la segunda categoría. Al principio se realizaba en ámbitos muy concretos. En el mundo de la publicidad con términos como brainstorming para referirse a una «lluvia de ideas», spot por «anuncio publicitario» o copywriter «redactor publicitario». O, en el ámbito deportivo, con expresiones como coach para referirse a «entrenador» o runner por «corredor». Pero, en la actualidad, su empleo se extiende hasta el abuso o el absurdo, lo que empobrece de manera llamativa el lenguaje.

Además, es palpable que los anglicismos los usan con mayor frecuencia personas en la franja de edad entre los 15 y 50. ¿Qué sucede con las personas de mayor edad que no los utilizan? Sin duda, se crea una brecha lingüística que da pie a interferencias e incomunicación.

Ejemplos de anglicismos utilizados en una agencia de traducción

Son ejemplos que se han adaptado a la grafía española y que figuran en el diccionario de la RAE.

Clic o clicar: proviene del verbo to click. Hacer clic con el ratón del ordenador. Un ejemplo de anglicismo adaptado a la grafía castellana.

Friki: del vocablo inglés freaky. Palabra que se utiliza para referirse a personas extravagantes. Se suele denominar así a los muy aficionados a los cómics, videojuegos, sagas cinematográficas como Star Wars o literarias como Harry Potter.

Tuit: del inglés to tweet, «piar» en castellano. Se refiere a una publicación de la red social Twitter.

Estos y otros muchos anglicismos son expresiones que aparecen a menudo en textos con los que trabajamos en nuestra agencia de traducción.

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